viernes, 11 de noviembre de 2011

Juicios a terrorismo de estado el la Argentina

Durante la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional que gobernó la Argentina entre comienzos de los años 1970 y la restauración de la democracia en 1983 tuvo lugar un régimen de represión ilegal, violencia indiscriminada, persecuciones, tortura sistematizada, desaparición forzada de personas, manipulación de la información y demás formas de terrorismo de Estado. Se estima que durante ese período las fuerzas represoras del gobierno de facto hicieron desaparecer 30.000 personas (aunque la lista oficial cuenta con 13.000 desaparecidos registrados).
La denominación también utilizada de «guerra sucia» alude al carácter informal e irreglamentado del enfrentamiento entre el poder militar desligado de la autoridad civil, contra la misma población civil y las organizaciones guerrilleras, que no obtuvo en ningún momento la consideración explícita de guerra civil. El uso sistemático de la violencia y su extensión contra objetivos civiles en el marco de la toma del poder político y burocrático por las Fuerzas Armadas, determinó la inmediata suspensión de los derechos y garantías constitucionales y propició la aplicación de tácticas y procedimientos bélicos irregulares a toda la población.  
 Uno  de  los  principales  objetivos  del  golpe  empresarial-militar católico  fue poner  fin a toda  resistencia  sindical,  social,  religiosa,  simbólica, militar,
cultural,  educativa  y  política  que  había  crecido  en  los  60  y  los  70   y  disputaba hegemonías  ideológicas  y  espacios  de  poder  en  cada  uno  de  los  campos  antes mencionados. Por eso, desde el comienzo las FFAA declararon que su objetivo era la
“vigencia de la seguridad nacional, erradicando la subversión y las causas que favorecen su existencia”.

La característica central de esta dictadura será que la política económica, social, cultural y  las  relaciones  exteriores  se  supedita  al  menos  hasta  1979  a  la  lucha  contra  “el subversivo”,  “a  terminar  con  la  subversión”   es  decir   lo  que  los  militares  siguen llamando  hasta  hoy  “la  guerra  sucia”.

Por  eso  las  FFAA  deben  permanecer  con  el control del aparato estatal.  La
maquinaria de exterminio de ese “otro y esa otra”   nunca definirá al “subversivo” permitiendo así etiquetar y estigmatizar a cualquiera como la personificación del Mal: son no personas, demonios, bestias, enfermos, no argentinos y por eso no merecen vivir. De este modo se legitima   la represión sobre el cuerpo y el espíritu, se logra  el silencio y el temor en la mayoría de la población.

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